viernes, 20 de agosto de 2010

Lapices labiales

Extraño esos lapices labiales que me prestabas cuando niña, y las cosas tan extraordinarias que me contabas cuando regresabas de alguna fiesta. Yo quería ser grande rápido, rápido pero nunca se acababa el día y tu siempre te ibas y dejabas tu estela de luz al atardecer, me abandonabas contando los segundos mientras sepultaba el sol. Yo nunca supe que tú eras más frágil que cualquiera, tu estabas tan feliz cuando te miraba, me decias "cuando crescas ya veras" y quería crecer y dejar de ver el sol, pero me daba nostalgia dejar de lado mis peluches y las flores que cuidaba en el jardin que sólo yo pude cultivar, entonces entonaba mis canciones inventadas y tarareaba hasta que era hora de despedir el sol.

Aquella tarde no dijiste nada, sólo escondías algo de maquillaje en tu mochila, pero me abrazaste y dijiste que me querias mucho.

Entonces cuando el sol despidió su último rayo las nubes tapizaron el cielo de oscuros tonos, fui tan feliz, gotas de lluvia empezaron a bañar la tierra seca y ese aroma me invadio. Extraño tus lápices labiales, y esos grandes anillos también.

Cuando volviste supe que el mundo había cambiado, que las cosas eran de matices inexplicables que el sol no se ocultaría de nuevo. Entonces yo estaba llorando debajo de la silla. Había escrito una carta para ti, yo supe que no viviría para cuando llegases, cuantas cosas quise decirte pero escribir nunca se me ha dado bien. La lluvia era tan linda, pero me cai y cuando me levante todo comenzó. Cuando llegaste sonreias y tenías la blusa puesta al revez, te acercaste y no olias ya a tí me abrazaste y no eras tú o tal vez no era yo, en serio creí que estaba muerta.

Te sentaste a mi lado y empezaste a contarme una historia que no entendí, yo esperaba morir pero no me sentía ni débil aunque si un poco cansada, de pronto giraste rápidamente el rostro y me diste un beso en la mejilla, yo lloraba y a ti no importaba, luego te levantaste y dijiste "tontita, no moriras. Ven vamos al baño"

Yo no creo en ti y ahora sonrio tanto como tú, extraño mis rosas y tambien mis claveles, pero ahora él me ha dicho que las uvas son más dulces en otoño. Siento su aroma, sus manos deslizandose por mi cuerpo, el estremecimiento de la lluvia en algún lugar de mis recuerdos.

Ella era la mejor cuando yo era yo.

Ahora sonrio tanto como ella y entiendo que los papeles arrugados nunca podran ser como jueegos artificiales.

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