domingo, 3 de enero de 2010

Dime

Han pasado tres décadas desde la última vez que se vieron. Se han posado sobre sus recuerdos la herrumbre del frenesí de la vida, de su absurda existencia.
Queda en los dos un sueño confuso, un árbol de otoño adornado con nieve bajo un cielo oscuro sin estrellas, queda una silueta y unas huellas en la nieve que se pierden junto al sueño/recuerdo.

La estación cruza miles de personas al día. Hoy ellos se miran. Caminan apresurados, cada quien tiene que validar su vida. Tropiezan, se piden perdón mutuamente no alzan los rostros y al continuar caminando ella voltea, él se detiene. Es verano y una lágrima cruza por la mejilla de ella, él sigue detenido frente a ella, unos pasos a su alcance, intenta decir algo... El móvil de ella suena. El mundo continúa como si nada, contesta y mientras gira no entiende porque esa gota salada de sí misma, se adelanta.
Él, detenido es golpeado por un hombre que camina y no se inmuta ante el evento, "por qué" se dice mientras su corazón da tropiezos, es tarde el reloj de la estación anuncia las ocho.
Nada ha cambiado, nada. Tiene que ir a casa. Recoge los vestigios del extraño suceso y se conduce con lentitud a donde nadie le espera.

"Tengo un sueño, uno donde estamos tú y yo, uno que no sé si sucedió..."

Ambos miran una foto vieja cada uno en casa, ella llora no sabe por qué, él se pregunta "este sueño. ¿Dejavu?"

Entonces... sólo queda un entonces entre los dos, un difuso sueño o un perdido recuerdo.

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