miércoles, 24 de marzo de 2010

Columnas

Ellas caminan siguiendo las rieles casi inexistentes de un tranvía que envejeció con el tiempo, con la modernidad, aquellos titanes que lentamente desaparecieron entre el tumulto de personas que andan sobre ruedas y las tormentas de arena de este desierto llamado ciudad. Ellas, niñas sonrientes han encontrado un tesoro, caminan por la noche plagada de luz lunar incandescente, ¿Hacía donde llevará el camino? se preguntan tal vez, pero continúan con la vista pegada al asfalto que pérfidamente intenta cubrir lo que antes fue la huella de los gigantes.

A los lejos cinco sombras se vislumbran, caminan en orden como columna guerrillera presta a iniciar la batalla perdida, caminan una tras otra, cargando sus cuerpos como armas, sus rostros como sofisticados aparatos de dominación. Pero son niñas que apenas saben de batallas y muerte y sangre, sonríen y el mundo se ilumina, no saben que es el destello de sus armas disparadas al mundo.

La columna sigue adelante lentamente rememorando en sí mismas el camino del pasado, giran en las curvas, dan rodeos, y el camino continúa infinitamente, la niebla reclama su hora y empieza a cubrirlas, lentamente el viento trae los ecos de las cantos de aquellos que fueron, de los que son y seran.

La guerrilla ha vuelto a partir, con cinco, diez, veinte; niñas, niños, jóvenes, adultos...

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